Las ciencias del deporte postulan que el mejor rendimiento vendrá con el mejor descanso posible. Es el sueño el factor determinante entre la victoria o la derrota. A continuación te contamos algunos detalles de eso que tanto les gusta a algunos: dormir.

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“El reloj biológico que tenemos en nuestro cerebro y en todas las células del organismo no nos permite rendir siempre en el deporte con la misma intensidad física. Dependiendo de nuestro cronotipo o ritmo circadiano, es decir, de si somos vespertinos o matutinos, vamos a tener un máximo rendimiento a distintas horas del día”, expone Juan Antonio Madrid, catedrático de Fisiología y especialista en Cronobiología de la Universidad de Murcia.

Esta cita textual fue parte de su exposición: “La hora del ejercicio en la cronodisrupción, la salud y la enfermedad”, realizada en el XXVII Congreso de la Sociedad Española del Sueño (SES) que se celebró en Vitoria, España.

El especialista apunta  que para lograr un máximo rendimiento, se requiere un entrenamiento silencioso, expresión con la que Juan Antonio Madrid se refiere al sueño reparador. En otras palabras, el deportista debe dormir de la misma forma en cómo entrena.

En su alocución, el experto en Cronobiología plantea que los entrenamientos deben adecuarse lo más cercano a la hora de competición. En algunos atletas puede haber hasta un 25 por ciento de diferencia entre el máximo potencial que tienen y el mínimo según la hora del día en que compitan.

“Si la persona es verpertina, lo que implica que se activa por la tarde y principio de la noche,  su pico máximo de rendimiento se dará entre las 21.00 y 22.00 horas. Sin embargo, los matutinos rinden mejor al mediodía, a las 13.00 o 14.00 horas”, recalca.

La hora más indicada para entrenar

El catedrático valora otro aspecto importante en el sueño: hacer deporte ayuda a las personas a sincronizar su reloj biológico y además, añade que el ejercicio físico es terapéutico para quien lo practique.

“Las personas que no se mueven todo el día, y, por tanto, no les da la luz natural, suelen tener más problemas de sueño, entre ellos, el llamado retraso de fase”, complementa Madrid. El síndrome de retraso de fase se caracteriza por un tiempo de inicio y finalización del sueño que está retrasado más de dos horas, generalmente, en relación con los tiempos de sueño aceptables social o convencionalmente.

Pero, ¿cómo es posible que siendo positiva la práctica de ejercicio para favorecer el sueño nocturno durmamos peor?

“Hay que fomentar la actividad física, pero controlando el momento de la jornada en el que se hace. En concreto, hay que evitar el ejercicio físico vigoroso o intenso, como puede ser el spinning, unas dos horas antes de ir a dormir. Además de permanecer activos, nuestros músculos están todavía inflamados y con estrés oxidativo al meternos en la cama, lo que dificultará el inicio del sueño y hará que este sea más fragmentado”, responde Madrid

Se salvan “el yoga y el taichí, que se podrían practicar en esa franja horaria porque se trata de ejercicios que, en sí mismos, son relajantes y compatibles con irse a dormir”, añade. En el caso de los adolescentes, lo más recomendable es que practiquen deporte durante las primeras horas de la mañana, porque ya de por sí sufren un retraso de fase.