Dicen que todo pasa por algo. Lo vivido el jueves 5 en el Estadio Monumental fue infartante, emocionante e increíble. Chile está vivo y con reales chances de clasificarse a Rusia 2018. La generación dorada sabe que no tiene margen de error en Sao Paulo ante Brasil. Para el cotejo decisivo,  uno que tendrá que tomar la batuta y comandar el ataque nacional es Alexis Sánchez, el milagro del desierto.

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Alexis está en todas. Está en redes sociales, está en la vía pública con gigantografías promocionando smartphones, está en el Arsenal inglés y está en la selección chilena. Por esta última, no nos cabe duda que deja todo en pos del equipo.

El jueves, Alexis era el primer hombre en defender y el primer atacante en abrir el flanco punzante contra los del Guayas. Gracias a la gran ubicación en frente del arco y su optimismo goleador, pudo decretar el 2-1 para Chile y así mantenernos con vida en la clasificación a un nuevo mundial.

Sí. Mantenernos con vida porque hasta el minuto 83, el estadio monumental se enmudeció. Se venía la debacle, el llanto y las puteadas. Los hinchas chaqueteros comenzarían a entonar el mismo cántico que alguna vez recibió Juvenal Olmos en el último partido eliminatorio para el mundial de Alemania.

Pero la historia y la redonda quisieron otra cosa. Alexis convirtió el gol del milagro. El milagro del desierto. El martes, todo Chile se encomendará a los pies del Niño Maravilla y los once guerreros que saldrán al Arena Sao Paulo con ganas de revancha.

Sí, revancha. Porque no nos cabe duda que esta generación dorada aún tiene la espina clavada de Brasil 2014 cuando fuimos eliminados por los pentacampeones del mundo jugando mejor y dando clase magistral de fútbol.

Da lo mismo que vengan Neymar Jr, Dani Alves, Paulinho y compañía. Nosotros nos aferraremos al talento de estos jugadores y al milagro.

Pero ojo, no será un milagro cualquiera. Será el milagro del desierto.