Líder innato dentro y fuera del ring. Tres veces campeón mundial en la categoría peso pesado y uno de los máximos referentes del activismo por los derechos de la raza negra en Estados Unidos. Un hombre que se caracterizaba por tener el ego sobre las nubes. Su coraje, amabilidad y carisma inspiran hoy a personas en todo el mundo. Este hombre no necesita más presentación. Su nombre: Muhammad Ali.

Camilo Zavala P.

“Vuelo como una mariposa y pico como una abeja”. Esta fue una de las cuantas frases que inmortalizaron la figura de Muhammad Alí. No es necesario ser erudito del deporte para saber que fue uno de los mejores boxeadores de la historia. No hay que ser un devoto extremo de la religión musulmana, para saber que fue uno de los mayores seguidores de Alá. Tampoco hay que investigar mucho, para entender su defensa acérrima a la raza negra.

Alí nació en Louisville, Estados Unidos,  el año 1942. Su infancia la vivió junto a sus dos padres, Cassius Marcellus Clay y Odessa Grady Clay, los cuales eran descendientes de esclavos estadounidenses.

Sus inicios en el boxeo se remontan desde los 12 años. Mientras compraba choclos y dulces, intempestivamente desapareció su bicicleta. Su inquietud por buscar ayuda lo llevó a encontrar un sótano en el mismo lugar, en donde curiosamente impartían clases de boxeo.

En vez de encontrar el vehículo, descubrió un mundo nuevo. Un mundo que lo convirtió en un símbolo de rebeldía para los afroamericanos, que peleaban por sus derechos políticos más básicos. Su carácter contestatario le hizo enfrentarse a la reaccionaria América blanca de los años 60.

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Desde ese momento, el boxeo, le serviría como vía de escape y  motivo incansable en la búsqueda de una meta: Ser campeón del mundo. Alí se ganaría el respeto de miles de personas de raza blanca que en ese tiempo reprimían y  atacaban sin piedad al descendiente afroamericano.

“Soy América. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrese a mí. Negro, seguro de mí mismo. Engreído, es mi nombre, no el de ustedes; mi religión, no la de ustedes”, vociferaba en ese entonces a los cuatro vientos.

La guerra, su único vencedor

Sus frases a veces poéticas y sus provocaciones atraían a las grandes cadenas televisivas. Adorado y odiado. Alí era en su época de todo, menos ignorado. Su conversión al Islam en 1964 y su negativa a ir a la guerra de Vietnam en 1967 le dieron un lugar en la historia estadounidense de mediados del siglo XX.

La carrera en el boxeo de Muhammad Alí prácticamente se vio envuelta en triunfos y alegrías. Con 18 años ganó su primera medalla de oro olímpica en Roma 1960 en peso ligero, siendo todavía un peleador aficionado. Su registro en esos entonces era impresionante, 100 victorias y sólo cinco derrotas. Ya en la cita olímpica, llamó la atención por su estilo de pelea poco tradicional.

Ese mismo año comenzó su carrera profesional, siendo el año , ya que fue la primera vez que ganó el título mundial de pesos pesados, 1965 uno de los momentos más importantes de su carrera tras vencer por nocaut en sólo un round al campeón Sonny Liston. Tras esta victoria, Alí defendió en varias oportunidades su campeonato.

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Fue en 1967 cuando el mejor pugilista de todos los tiempos bailó con la más fea. Ese año, el mundo vivía el contexto de la guerra fría entre Estados Unidos y la URSS. Uno de los tantos episodios de este conflicto bélico fue la invasión estadounidense a Vietnam, país que apoyaba al bloque soviético. Cassius entraría en la lista de reclutamiento para ir a Vietnam. Cumpliendo con sus ideales, se negaría tocar un arma.

Su decisión lo expuso a cinco años de prisión y 10.000 dólares de multa. Las autoridades le retiraron la licencia de boxeador y dejaron vacante el título de los pesos pesados. Después de su sanción, el boxeador se enamoraría completamente del boxeo.“Odio la guerra, odio los ejércitos: en esta vida solo amo combatir“, exclamó.

Su regreso al cuadrilátero no fue el más esperado. Su primer fracaso como boxeador profesional fue justamente en esa oportunidad. El rival y campeón en ese entonces, Joe Frazier, le ganó por  dos puntos en el quinceavo round.

La única respuesta que tiene un deportista tras perder es seguir trabajando y  en Alí no fue la excepción:  “La próxima vez será distinto. Cuando alcanzas el éxito como yo lo hice, te embriagas con la fama. Crees que correr tres millas al día es suficiente. Eso es todo lo que entrené para esta pelea. No descansé lo suficiente, no entrené tan duro como solía hacerlo. La próxima vez correré más, y mis piernas estarán a punto. Será distinto”.

Tras esa derrota, Alí se preparó bajo un duro régimen con el fin de  recuperar su nivel y así recobrar su título lo antes posible. Dicha instancia llegaría en 1974 en África. Específicamente en Kinshasa, Zaire. Su rival, el estadounidense George Foreman, quien  anteriormente le arrebató el título a Frazier en el segundo asalto.

Los medios de comunicación, la afición y los grandes conocedores de boxeo pronosticaban el fin de Alí. No obstante, nuevamente superaría la adversidad. Su fanaticada gritaría: ¡Ali Bomayé! -en castellano ¡Alí Mátalo!

Fue en el  octavo asalto cuando obedeció. Foreman bajó su guardia y Alí le propinó un derechazo que lo transformaría nuevamente campeón del mundo. Desde allí hasta su retiro en 1981, Cassius obtuvo un espectacular registro de 56 victorias y 5 derrotas, números  envidiables para cualquier boxeador.

Sus peleas fuera del cuadrilátero

Luego de esa pelea, Cassius Clay Jr. era considerado un verdadero crack. Dentro de sus prédicas, estaba la defensa por los derechos de la raza negra, marcando su orgullo de ser negro y la necesidad de evitar guerras entre ellos.

Además fomentaba el deportecondenaba el consumo de drogas y vicios.

Uno de los pilares de su activismo fue la devoción por eI Islam, una doctrina que promueve la conciencia espiritual, mental, social y económica de personas de raza negra en el mundo.

La injusticia que existía en Estados Unidos contra las personas de color, el predominio blanco en los deportes populares y su frustración; al ver que todo personaje ficticio importante era blanco, lo incitaron cada vez más a su extremada defensa negra.

Foto: El país deportes

A pesar de ser uno de los hombres más fuertes de la historia mundial, Alí le teme a dos cosas en el mundo: Alá y los aviones. Para él, todo lo que ocurre es producto del deseo del Dios musulmán. Sus temores se basan en las decisiones que toma el superior.

“Le tengo miedo a una cosa: a que Dios no esté contento con lo que hago. Porque cuando Dios se enoja puede hacer que mi avión se estrelle, que cualquier asesino me mate”.