La selección chilena Sub 20 cayó por la cuenta mínima ante Colombia. El gol llegó a los cuatro minutos del primer tiempo y con ello, un evidente nerviosismo se plantó en la oncena chilena. La rojita culmina su participación en el sudamericano de la categoría en el último puesto de su grupo, un fracaso rotundo.  No se ganó ningún partido, no se vio una identidad de juego y se vio una oncena con muy pocas variantes en ofensiva. El ansiado recambio genera más dudas. Héctor Robles nunca pudo encontrar el andamiaje colectivo en la travesía ecuatoriana y sus pupilos se vieron incómodos en cada cotejo. A continuación, planteamos algunas hipótesis de este fracaso deportivo.

PD Chile

No cabe duda que los 23 jugadores que participaron en esta nueva edición del Sudamericano sub 20, eran los más motivados en llevarnos a una nueva cita continental. En la previa no se les vio tímidos, es más se tiraban presión declarando que iban para ganar el sudamericano y respondiéndole a Alexis de que no se preocupara por la falta de recambio porque ya están ellos. La verdad un buen comienzo en lo anímico.

En la previa el panorama era optimista en el medio nacional. La activa participación que muchos miembros del plantel tuvieron en primera división, sumado a los buenos resultados durante los amistosos de preparación, alimentaban la ilusión de poder llegar al mundial de la categoría y así encontrar el ansiado recambio para Arturo Vidal o Alexis Sánchez.

Sin embargo, nada de eso pasó. Chile quedó en último lugar con 2 puntos y con un sabor amargo producto de las incoherencias tácticas, falta de gol y rebeldía por parte del equipo.

Pero, ¿Son los muchachos responsables de este nuevo tropiezo futbolístico?

Por supuesto que no. La eliminación de la rojita es el claro resultado de una mala gestión deportiva de las selecciones juveniles y de los mismos clubes.

Partiendo por la elección de los entrenadores. Antes se erró en traer a gente que no conocía el medio y ahora se apostó por un entrenador sin gran experiencia dirigiendo en grandes competencias.

Héctor Robles venía con grandes pergaminos a la hora de formar jugadores para el primer equipo de Santiago Wanderers y siempre sus equipos fueron animadores en el fútbol joven. Pero no deja de llamar la atención que el ex estratega caturro no convocase a ningún jugador de Everton, siendo que son los actuales campeones sub 19.

Quizás este es el primer error. A un torneo sudamericano se va a competir y no a formar jugadores ni tampoco a improvisar.

 

Foto: T13.CL

La impronta

Durante el torneo no se plasmó una identidad de juego, ni se repitió ningún once. Es más, Robles en vez de apoyar a sus jugadores por sus errores, los sacaba de la titularidad, olvidando cómo puede afectar esto en la confianza de un juvenil.

El equipo no mostró la rebeldía que ha hecho que la selección mayor destaque a nivel mundial, en vez de eso, se vio un equipo cansino, con pocas ideas ofensivas, muy respetuoso del rival y con muy poco gol.

Robles nunca se la jugó por un cambio de esquema, aunque el rendimiento no fuera bueno y se le vio muy pasivo a pesar de que el desarrollo de los partidos no era favorable.

Pero hubo actitudes que tampoco ayudaron. El pisotón de Jeisson Vargas contra Brasil y la manera en la que se hace expulsar Jaime Carreño mientras aún estaba en la banca, privando al equipo de una de sus mejores promesas durante casi toda la participación nacional, son algunos de los principales ejemplos.

Sin embargo, no todo es malo. Si bien lo colectivo no funcionó, hubo jugadores que mostraron cosas muy interesantes y que pueden ser alternativas para el futuro como fueron Francisco Sierralta, Victor Dávila, Gonzalo Collao o Gabriel Suazo.

Reflexiones

Las correcciones que hay que hacer son varias. Una que consideramos fundamental, es el blindar mejor a las promesas. Se está volviendo muy recurrente que futbolistas decidan emigrar muy jóvenes a deambular por filiales de equipos europeos, donde juegan poco y se entrampan en su proyección.

Hoy, muchos futbolistas sienten que con 10 partidos y 2 goles en primera tocan el cielo e influenciados por sus representantes, comienzan a exigir tratos de consagrados y si no se lo dan, emigran apenas expiran sus contratos.

Otros reciben el ninguneo de las dirigencias cuando quieren renovar su vínculo, donde especialmente en los clubes grandes, prefieren gastar sus recursos en jugadores que ellos consideran “calados” en desmedro de los de casa.

La ANFP tiene mucha tarea aún por delante. Debe revisar el sistema de campeonato de las series menores en el que se optó por dividir a los equipos por zona, eliminado los ascensos y descensos, algo que los entrenadores de las inferiores de los clubes consideraron como un evidente retroceso porque se nivela para abajo, eliminando la competitividad.

Las formaciones de nuevos valores requieren de biotipo, entrenamiento y competencia. Este último punto se vio resentido. Los jugadores que subían al primer equipo lo hacían tras destacar en un medio de alta competitividad, en cambio ahora juegan por obligación los que se forman con el actual sistema, lo que también atenta contra la calidad del profesionalismo.

La mencionada regla del sub 20 en cancha es un arma de doble filo, si bien es bueno que sumen minutos en primera, los jóvenes en el fútbol tienen lo que se ganan y no lo que les regalan.

Además, la ANFP cuando decida hacer este tipo de modificaciones debería consultarlo y debatirlo con los expertos en la materia y no borrar de un plumazo un sistema que estaba dando buenos resultados y era cosa de ver las participaciones juveniles anteriores o el rendimiento de la selección mayor.

Y por lo menos, si no quieren modificar el actual sistema de fútbol joven. ¿Por qué no hacer un torneo de reservas como en Argentina para que los jóvenes tengan fútbol todos los fines de semanas?

Se han relajado mucho con la primavera futbolística que ofrece la actual generación dorada, pero deben entender que lamentablemente no jugarán para siempre. Si Chile quiere empezar a ser una selección ganadora, debe aprender trazarse metas más ambiciosas y de paso, generar una identidad de juego, ojalá influenciada por la que demuestran la adulta y dejar de lado el estilo de juego que destacaba el miedo a no perder de los equipos chilenos de los 90 y que no trajo ningún éxito, salvo el Colo Colo en 1991, que por cierto no era dirigido por un entrenador nacional.

En el próximo Sudamericano Sub 20 no sólo se juega la clasificación al mundial de la categoría, sino el paso a los JJOO de Tokio 2020, por lo que urgen los cambios.

Para estos torneos venideros; la estrategia de búsqueda, seguimiento y selección debería ser más amplia. Es decir, cubrir todo el universo del fútbol joven (Primera A, Primera B y Segunda Profesional). No puede ser que el 60 % de los elementos de la rojita se distribuya entre cuatro equipos, habiendo valores muy interesantes en otros equipos que normalmente no se consideran y que pueden rendir perfectamente si se les da la oportunidad.

Es vital que en la ANFP evalúen con seriedad y profundidad los procesos fallidos para volver a obtener resultados positivos y logros en los torneos menores donde se ha venido fallando sistemáticamente, es cosa de ver que Chile ya lleva 2 sudamericanos en el que termina como colista de su grupo.

Hay que destacar que los grandes resultados son producto de todo un proceso de competencia, entrenamiento y preparación. Para apostar a pelear un cupo mundialista en una categoría tan competitiva como la Sub 20 se requiere un staff técnico con experiencia internacional y en primera división.

Y para finalizar, hay que recalcar que el hecho de que una selección no clasifique a un mundial de la categoría no significa que sean una generación perdida. Es cosa de mirar atrás en el sudamericano del 2003, donde un equipo que tenía enormes condiciones liderados por Claudio Bravo, Mauricio Pinilla, Jorge Valdivia y Mark González no logró su clasificación, pero aportó con varios nombres que han tenido a Chile compitiendo en todo lo que juega.

Consideremos que en esa selección también estuvieron otros ilustres del fútbol nacional como Marco Estrada, Luis Pedro Figueroa, José Rojas, Miguel Pinto, Miguel Aceval y Luis Jiménez, por lo que el llamado es a no ser fatalistas.

Señores, pongámonos a trabajar.